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Mala madre, buena madre, no sé.


Hace varios años atrás llegó a mis oídos un cuento bien conocido, del cual no recuerdo mucho la historia en sí, si no la frase que repetía el protagonista una y otra vez a propósito de las cosas que le pasaban….”mala, suerte, buena suerte, no sé”, mostrando a quienes lo felicitaban o lo consolaban, que todo hecho tiene más de una lectura y puede ser considerado como algo bueno o malo dependiendo de la perspectiva desde donde uno lo mire. Y desde este lugar es que me siento a escribir esta columna.

Hay momentos en que me siento, me miro a mí misma y me digo, pero que mala madre que estoy siendo, como he permitido que mis hijas lleguen a comportarse de tal forma, o cómo puedo permitir que pasen un fin de semana completo mirando ipad, cómo puedo ser tan floja y desperdiciar momentos maravillosos con ellas por sentirme cansada. Pero otras veces me miro y me digo, “Pero que buena madre que estoy siendo, tengo unas hijas tremendamente compasivas, amorosas, cariñosas, creativas, buenas hermanas, que bien que lo estoy haciendo…” Y así llego hoy a decirles, mala madre, buena madre no sé. A veces mala madre y otras buena madre.

Estamos tan inmersos en este mundo de los opuestos donde lo que no es bueno es malo, que no alcanzamos a distinguir los colores intermedios. Cada día que pasa siento que la sociedad se ha ido polarizando, basta cometer el más mínimo error para ser quemado en la hoguera de los malvados.

Y las mamás no hemos quedado fuera de esto. En la era de las redes sociales, de los videos, fotos y audios que se viralizan, en la era de las opiniones fáciles y las guillotinas virtuales los errores se pagan caros.

Soy una convencida que todas las cosas tienen siempre más de una mirada y que las verdades únicas no existen. Tengo la convicción de que el cariño genuino, el amor en todas sus versiones, la gentileza, la compasión por uno mismo y por los demás son por lejos las armas más poderosas que tenemos para crear una sociedad más cuidadosa de su ecosistema, con menos guerras, más tolerante, de verdad, no solo con aquellos que opinan lo mismo que yo, y por cierto menos violenta, menos desigual.

No existen las malas madres, ni las buenas madres, todas somos tan sólo mamás. Todas con nuestras propias neurosis, nuestras propias carencias y también con nuestras propias y especiales virtudes. Reguemos y cultivemos esto que somos, sin culpa, sin crítica. Seamos gentiles y delicadas con nosotras mismas, como si fuéramos nuestras mejores amigas. Estoy segura que de esta forma lograremos permitir que nuestros hijos crezcan y el día de mañana tengan las herramientas para caminar sólidos y lúcidos este camino de la vida.

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