Trastorno de Ansiedad Posparto: Ese Frecuente Desconocido

Carmen* tiene 30 años. Relata que una semana posterior al parto (cesárea) de su primer hijo, comenzó con angustia intensa, no lograba conciliar el sueño de noche, y cuando lo hacía, tenía pesadillas en que su hijo moría en accidentes ante su impotente mirada. Tenía pensamientos recurrentes sobre posibles enfermedades, recuerda que al sentir alguna molestia o dolor físico “pensaba que tenía cáncer y me estaba muriendo”; y cada vez que debía salir, se despedía de su bebé pensando que era la última vez que lo vería. “Recuerdo un dolor profundo, como un pozo negro, porque estaba segura que me iba a pasar algo malo y que no lo iba a ver crecer”.
*(nombre y detalles cambiados para preservar confidencialidad)
El período postnatal está recuperando la importancia que siempre debió tener. Ahora se habla (un poco) más de las dificultades inherentes al puerperio, tanto físicas como emocionales, y hoy la depresión posparto es cada vez más diagnosticada y tratada. Sin embargo existen otras dificultades emocionales perinatales que se mantienen en la sombra: los cuadros ansiosos.
Sentirse ocasionalmente agobiada en este rol de madre es algo normal, asociado a los cambios hormonales, al cansancio, a las nuevas demandas del puerperio, lactancia, etc. Es comprensible que haya momentos en que esta nueva madre siente que necesita un descanso, sin que eso significa que esté enferma. Pero si (como en Carmen, en el caso descrito) la ansiedad se manifiesta todo el tiempo, se presenta con tensión, nerviosismo, o angustia constante, si hay imposibilidad de sentirse relajada, si se acompaña de malestares físicos, como falta de aire, diarrea, palpitaciones, si hay crisis de pánico, si hay alteraciones importantes en el sueño; si aparecen preocupaciones exageradas sobre la salud o el bienestar del bebé, o su capacidad de cuidarlo, o ideas recurrentes de accidentalmente hacerle daño, “de estar perdiendo el control”, o “de que algo malo va a pasar”, si todos estos síntomas producen una interferencia importante en el funcionamiento o en la capacidad de disfrutar la maternidad, entonces estamos hablando de una enfermedad.
Lamentablemente persiste su estatus de “enfermedad oculta”, por varias razones (a pesar de ser en realidad mucho más frecuente que los cuadros depresivos).
Por una parte la misma madre prefiere mantenerlo en silencio, ya que como no sabe lo que le está pasando, se culpa, y uno de sus temores es que al confiar su sufrimiento a alguien, podrían considerarla poco apta para cuidar a su bebé, y por tanto se lo quiten. Si consideramos que los equipos médicos (pediatra, obstetra) en los controles deben hacer mucho en poco tiempo, y que si van a chequear la salud mental lo más probable es que pregunten exclusivamente por síntomas depresivos posparto, queda claro porqué los cuadros ansiosos siguen siendo subdiagnosticados: Si a Carmen le hubieran preguntado si estaba triste todo el tiempo, si sentía que la vida no tenía sentido o si pensaba en hacerse daño, ella habría contestado que no, ya que no eran esos sus síntomas, y por lo tanto no se habría pesquisado su enfermedad.
Los trastornos ansiosos son tratables, pero si no son pesquisados ni tratados, aumenta el riesgo de problemas vinculares con su bebé, aumenta el costo en salud por frecuentes consultas a distintos especialistas, o a servicio de Urgencias, y por último, en más de la mitad de los casos las madres con ansiedad llegan a presentar un cuadro depresivo.
Por esto es vital que se sepa más de estos síntomas, que las personas que sienten estas dificultades busquen ayuda, que los profesionales de la salud amplíen su conocimiento en el área de la salud mental perinatal. Para que podamos ayudar a estas madres y sus hijos a disfrutar de este especial período en sus vidas.
Dra. Rosario Alomar
Psiquiatra Equipo SerMujer