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La crianza respetuosa no es ausencia de límites sino límites con sentido

Educar en consciencia requiere reflexionar acerca de los límites que deseamos incorporar, de cuáles serán flexibles o cambiantes en el tiempo, o cuáles estarán sujetos a variaciones según el lugar y contexto. Requiere también comprensión cabal de aquellos límites y adhesión a ellos por parte de los adultos que viven en casa para dar el ejemplo.

¿Es importante poner límites en el proceso de crianza?

¡Claro que sí! La ausencia de límites es tan nefasta como la sobreimposición de éstos… y me atrevería a decir que peor.

Los modelos de crianza respetuosa se han caricaturizado bastante y muchos piensan que se trata de dejar que tu hijo haga lo que le dé la gana donde y cuando quiera y la verdad es que esto está lejos de ser así. Tampoco se trata de negociar todo todo con ellos. Negociar a veces no implica invertir las jerarquías.

Es el adulto quien de acuerdo a su sistema de valores, creencias, normas sociales, debe; idealmente en acuerdo al resto del grupo familiar adulto, construir un proyecto familiar en que estén explícitas las reglas y códigos que regulan el funcionamiento del hogar.

Para mí es importante la flexibilidad: es cierto que no vamos a preguntarle a nuestro hijo qué quisiera almorzar todos los días, pero si en el refri hay puré de hoy y arroz de ayer y mi hijo ya no es un bebé, ¿por qué no podría preguntarle qué prefiere? Tampoco voy a dejarlo ir en polera si hace frío, pero sí puedo darle 2 opciones de polerón, ¿no? No les podemos preguntar todo, pero a mi parecer les va haciendo bien ensayar su poder de decisión en áreas crecientes de acuerdo a su edad.

Con conciencia y responsabilidad, claro está.

No hay recetas para la educación perfecta. Cada pareja de padres conoce a sus hijos e irá sabiendo cómo incorporar lo que a ellos les parezca valioso. Todos nos equivocamos. Y espero que todos estemos dispuestos a repensar y reparar cuando sea necesario.

Por acá les comparto algunas consideraciones y reflexiones que me han parecido importantes a la hora de ejercer los límites en la crianza.

- Límites entregados con claridad y seguridad: Pueden ser cosas simples, pero es importante exponerlos claramente y con firmeza, sin titubeos que traduzcan contradicciones, tomando en cuenta tanto la comunicación verbal como la gestual. Las indicaciones deben ser precisas y fáciles de interpretar para los niños de acuerdo a su nivel de comprensión.

-Límites con sentido: es diferente mandar a nuestro hijo a abrigarse porque sí, que explicarle que afuera hace frío, que si sale así se puede enfermar, etc. Explicar las razones de nuestras peticiones y exigencias no significa que necesariamente harán más caso, pero aumenta la probabilidad futura de comprensión e internalización de una medida que finalmente es de autocuidado. Un límite puesto arbitrariamente pierde solidez a largo plazo. Los límites a veces deben ir con explicación y esto más que restar autoridad la reafirma porque el niño incorpora que su padre le dice algo porque sabe, no porque manda (“si no ordenas los juguetes se van a perder y luego no podremos jugar con ellos”, “si no te vas a acostar mañana estarás cansado y no podremos jugar tanto o salir” es distinto a “si no te acuestas, mañana no iremos a la plaza”).

-Límites definidos en un espectro de flexibilidad: En algunos aspectos se pueden establecer normas que dejen cierto espacio para la negociación. La idea es que los niños se puedan mover en cierto grado de libertad, pero dentro de marcos establecidos innegociables que sean los mínimos a cumplir dentro de nuestro grupo familiar. Por ejemplo, en una casa puede ponerse como norma que debe lavarse los dientes todas las noches, pero esto puede hacerlo antes o después de ponerse pijama o de escoger los cuentos o la ropa para mañana.

-Distinguir autoridad de dominación total: somos los guías de nuestros hijos, no sus jefes. No podemos olvidar ejercer la postura de límites desde el amor y el respeto a sus dignidades y particularidades. Infundir respeto está lejos de inculcar miedo y sumisión.

Coherencia, consecuencia y unanimidad en la exigencia de los límites: No podemos pedirle a nuestros hijos que cumplan con pautas que nosotros como adultos no seguimos. Asimismo es recomendable que ambos padres estén de acuerdo y no caigan en desautorizaciones que confunden e insegurizan al niño; el mensaje debe ser unánime.

-Enseñar y acompañar en la experiencia de los límites: Contener y ayudarles a gestionar y superar la frustración que pueda ocasionarles. Compartir con ellos nuestra propia rabia frente a ciertas limitaciones, por ejemplo “a mí también me encantaría tomarme otro helado, pucha que son ricos, me da mucha lata no comerme otro, pero debo cuidar mi guatita y si me compro otro me voy a sentir mal después”, o “me da mucha pena no poder quedarme jugando toda la tarde en casa contigo, pero debo ir al trabajo ahora, trataré de volver lo más temprano que pueda para que alcancemos a armar este puzzle”, etc.

-Reflexionar juntos acerca de las razones de esos límites en esta familia: Cada grupo familiar posee sus propias características y miradas de mundo, las que implícita o explícitamente transmitirá a sus hijos, según sus propias historias, sus maneras de entender la sociedad, sus ideologías, sus personalidades, etc. Es importante ir dialogando acerca de esto en familia. Esto puede a la larga evitar que el niño compare desfavorablemente su situación con la de otros niños, y promueve que incorpore los límites con un sentido de pertenencia y de cierto sello personal de su familia sin caer en la crítica de otros sistemas familiares cercanos. Por ejemplo en el caso de que en nuestra familia no permitamos ver más de media hora de televisión, o tomar gaseosas, es bueno explicar por qué a nosotros en particular nos parece una buena decisión sin entrar a devaluar a otros sistemas familiares que sí lo hagan o que lo hagan de manera diferente.

-Ir repitiendo los límites que sean realmente irrevocables e innegociables en cada situación de crisis o de transgresión de éstos, pero también en los momentos de calma: A fuerza de repetición los niños van incorporando, más aún si se practica en momentos de calma y no en las situaciones de crisis. “En esta casa no nos pegamos, y tratamos también de no gritarnos”, “aunque nos enojemos no rompemos las cosas, porque eso nos da mucha pena después”, “mira, yo desordené esto, así es que ahora me toca ordenarlo para que no se pierda”, etc . Para esto también los cuentos que ayudan a gestionar emociones pueden ser un recurso importante.

-Ir incorporando los límites en las rutinas diarias: de alguna manera las mismas rutinas van constituyendo límites en cuanto a que estructuran y ayudan a organizar la conducta de los niños. Mejor aún si esto se puede hacer de forma lúdica y creativa.

No siempre habrá tiempo y ganas, pero es bueno aprovechar los momentos de buen humor para apelar a nuestra imaginación a la hora de querer inculcar rutinas, por ejemplo historias de bichos de los dientes en el hábito del cepillado dental o juegos de piratas y submarinos a la hora del baño, rimas a la hora de vestirse, etc.

-Ir ampliando la flexibilidad en la medida que los niños crecen: En caso de límites impuestos hay algunos que pueden ir ampliándose en la medida que los niños van siendo mayores, y que en relación a esto aumenta también su conocimiento, su experiencia, sus recursos y su capacidad reflexiva. Muchas veces la expansión de límites va junto a una asunción de mayores responsabilidades (por ejemplo la hija mayor puede comer dulces a diferencia de la menor, pero debe elegir uno al día y el resto guardarlos o compartirlos y debe lavarse los dientes).

-Atención a nuestros propios errores y disregulaciones: Más allá de ser adultos, nosotros también a veces carecemos de recursos para manejar ciertas frustraciones. Un episodio de descontrol de parte nuestra puede ser una buena oportunidad para conversar con nuestros hijos, para que desde el ejemplo puedan ir aprendiendo a reconocer cuando se equivocan e incorporar estrategias de reparación.

-Educar en el respeto a todos: Muchas veces se pone el énfasis en el respeto hacia los adultos, sin embargo es igualmente importante enseñar el respeto hacia los otros niños, hacia los animales, la naturaleza, etc.

-Consecuencia y respeto hacia nuestros hijos también: Si les estamos pidiendo que no sean violentos, no podemos permitir que nadie los violente en ningún sentido, por ejemplo. Asimismo si queremos que respeten las cosas de otros, debemos validarlos cuando ellos defiendan sus juguetes y no se sientan aún cómodos compartiéndolos.

Ellos también tienen derecho a poner ciertos límites: Es importante transmitirle a los niños que ellos pueden dar su opinión y que tengan espacio para manifestar cuando se están sintiendo forzados a hacer cosas que les incomoda o transgredidos por adultos no cercanos (por ejemplo obligarlos a saludar de beso a quien no conocen). Empoderarlos a marcar límites entre su cuerpo y lo que éste está dispuesto a aceptar y lo que no y a pedir ayuda cuando lo requieran es una inversión de autocuidado fundamental.

-Enseñar con paciencia: los niños no nacen sabiendo ni aprenden a la primera, ni aunque se les castigue incluso, deben equivocarse para aprender. Repetir con paciencia es nuestra labor. También es responsabilidad nuestra acomodar el entorno para que puedan explorar de manera segura.

Los límites bien entendidos no son un ataque a nuestra libertad, sino una invitación a un espacio seguro para ejercer todas nuestras potencialidades, a movernos en confianza creciente con el objetivo de ir aumentando nuestra experiencia y nuestro conocimiento de cómo funciona el mundo y ampliando nuestro intercambio con él.

El desafío como adultos es acompañar a nuestros niños en la conquista de su libertad, un camino que no termina nunca, ni siquiera para nosotros….

(artículo escrito como aporte a Mamadre, 2016)

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