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Somos seres de luz…(y no me refiero a algo místico, parte 1)


Durante miles de años nuestra especie ha sobrevivido gracias al sol. Antiguamente nuestra única fuente de luz y calor era la que nuestra estrella más cercana nos brindaba, regíamos nuestros ciclos por su luz: el día y la noche, la vigilia, y el sueño, la actividad y el descanso. También las estaciones: la siembra, la cosecha y también el tiempo de dejar descansar la tierra. Todo esto cambió con la introducción de la luz artificial; el fuego, las velas, luego las lámparas de aceite o gas, y finalmente la electricidad nos permitieron empujar los límites de lo hasta ese entonces posible, y por lo tanto se alargó nuestro horario de actividad, haciéndonos independientes del sol para funcionar.

Si aceleramos la historia hasta nuestros tiempos, vemos que hoy no funcionamos sincronizados con la luz solar, de hecho actualmente los seres humanos pasamos la mayoría de nuestro tiempo dentro de espacios cerrados (casas, edificios, departamentos, oficinas), seguimos activos muchas horas después del atardecer, o nos levantamos antes que amanezca…entonces ¿es de extrañar que nuestro organismo reclame? Y estos reclamos aparecen en forma de síntomas inicialmente difusos, inespecíficos, como fatiga, insomnio, desgano, Algunas alteraciones que se producen en el organismo son:

- alteraciones de sueño, como insomnio de conciliación y retardo de fase: sabemos que el cerebro humano se rige principalmente por la secreción de una neuro-hormona (melatonina) cuyo delicado balance se altera al modificar la intensidad de cualquier tipo de luz y el horario de exposición a esta. Entonces si un niño se levanta antes del amanecer para ir a clases, y al llegar a casa en la tarde se instala frente a pantallas hasta entrada la noche, probablemente va a sufrir una alteración en su ciclo de sueño.

- alteraciones en el estado de ánimo: la modificación de intensidad de luz provoca en los seres humanos cambios en su estado anímico. Es decir, si estamos expuestos a la luz de verano probablemente vamos a sentir más animo, energía y ganas de hacer cosas, en cambio si estamos constantemente en penumbra, se producirán cambios neuro-hormonales que a su vez nos llevarán a sentir apatía, desgano, fatiga. Esto incluso puede llevar a algunas personas a presentar cuadros depresivos estacionales, es decir exclusivamente en ciertos períodos del año (habitualmente otoño-invierno)

-alteraciones en el nivel de vitamina D: la exposición de nuestra piel a la radiación solar es casi la única manera que tenemos de producir una hormona imprescindible para la vida: la vitamina D. Lamentablemente es cada vez más frecuente encontrar personas con bajos niveles sanguíneos, debido al encierro que caracteriza a la sociedad moderna, y en menor medida, al uso de bloqueadores solares.

En un próximo artículo ahondaremos más en el impacto que estas alteraciones tienen en el embarazo, y en las modificaciones necesarias para recuperar nuestro bienestar.

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