Perdona, ¿Cómo se llamaba tu hijo?
Perdona...¿¿¿Cómo se llamaba tu hijo???
A ti que has perdido un hijo en tu vientre, antes o después de nacer.
A ti que con él has perdido un pedazo de ti misma.
A ti que dudas si algún día te recuperarás de esto.
A ti que no entiendes, que a ratos aceptas, a ratos no, a ratos protestas, a ratos no. A ratos quisieras gritar y a ratos ser invisible.
A ti que la muerte te ha elegido tocar, pero no llevar entera.
A ti que temes no recuperar la ilusión. Que anhelas dejar el dolor, pero también temes hacerlo, porque te conecta...
A ti que has cargado en tu cuerpo vida y muerte de quién más amas en el mundo.
A ti que eres madre, aunque muchos no lo sabrán.
A ti te pido perdón.
En nombre de todos quienes te hayamos (mal)atendido, (no)acompañado y en vez de ayudarte habértelo hecho aún más difícil y doloroso.
Perdón por los modos. Por la manera de informarte las cosas.
Perdón porque a veces ni siquiera te enteraste con quién estabas conversando.
Porque a veces no sabemos más que centrarnos en resultados de exámenes e imágenes y olvidamos que los tecnicismos pueden endurecer aún más la experiencia.
Perdón por el silencio, por lo no dicho, o peor a veces por lo mal dicho.
Perdón por no nombrar a tu hijo, por no nombrarte a ti, por no nombrar lo que ha ocurrido.
Perdón por no creerte que tú sabías que algo no iba bien.
Perdón por las prisas. Por no entender que en ese momento para ti el tiempo se congelaba, y en parte te congelabas tú con él.
Perdón por no entender lo sagrado, lo sutil y trascendente de ese momento en tu vida.
Perdón por agobiarte con tomas de decisiones que no estabas lista ni para pensar, menos para entender, menos aún para actuar.
Perdón por tanto papeleo, no era urgente, pero a veces no sabemos distinguir lo esencial de cada momento.
Perdón por lo frío, quizá a veces es por protegernos y no quemarnos con la intensidad de la emoción.
Perdón por no explicarte con cariño y con calma y que de repente te hallaras súbitamente en una camilla sin saber bien lo que pasaría.
Perdón por no preguntarte cómo te sentías.
Perdón por hablar de feto, óbito, restos embrionarios, mola, tejidos...
Por no dejarte tocarlo y verlo cuando quizá quisiste, por no ofrecértelo, por la premura de esos protocolos médicos y la falta de humanidad en el sistema.
Perdón porque ese día te fuiste a casa con un vacío no sólo en tu útero sino en ti entera.
Perdón por no explicarte cuánto tiempo ibas a sangrar, sobretodo del alma. Por no entender la magnitud de las heridas con que te ibas. Por no ayudarte a prepararte para lo que venía.
Perdón por no entender tu miedo, tu temblor de piernas, tus lágrimas. Perdón por no entender el amor que tienes aún a tu hijo que partió.
Perdón por invadirte con procedimientos y exámenes en un momento de duelo. Por apurar tus procesos. Por permitir que el paternalismo se cuele por tantas partes.
Perdón por no HABLAR contigo antes que te fueras a casa. Por no buscar ni darte un espacio ni un tiempo para sentir. Para abrazar a tu pareja, para llorar.
Perdón por no darte la oportunidad de despedirte de tu hijo. Por no incluir a tu pareja ni a tu familia cercana.
Perdón porque nadie te llamo en los siguientes días para saber cómo ibas.
Perdón por los que te dijeron y quizá siguen diciéndote; "eres joven, ya tendrás otro", "mejor que haya ocurrido ahora que después", "menos mal a ti no te pasó nada", "el tiempo todo lo cura", "todo pasa por algo" y tantas frases más que todavía duelen. Perdón por la falta de tacto, en nuestras palabras y en nuestras manos. La falta de tacto...
Perdón por no mirarte a los ojos cuando necesitabas sostener tu mirada en alguien.
Perdón por no entender que aún no estabas lista para volver al trabajo ni al mundo el siguiente lunes. Por no entender tu ritmo, que anda al compás intermedio de la vida y de la muerte danzando juntas.
Perdón por no saber cómo preguntarte cómo estás.
Perdón por hacer como que nada ha pasado.
Perdón por negarte el reposo y cuidados necesarios para esta etapa.
Perdón porque aún siendo profesionales de la salud, hay tanto que no sabemos o no sabemos que hay que saber.
Porque nadie nos enseñó en medicina a hablar de esto ni de lo que le pasa a los padres cuando pierden un hijo.
Porque ni siquiera en la formación de la especialidad que atiende los nacimientos aparece en el currículum. Porque el tema no ocupa más de un par de líneas en guías de cientos de páginas.
Porque no sabemos encontrar las palabras correctas, las que no están en el último paper sino en el encuentro cara a cara con otros que sufren.
Perdón porque a veces pareciera no importarle a nadie.
Perdón porque con nuestro silencio hemos silenciado tu propio dolor.
Perdón por no llamar a tu hijo por su nombre, por ni siquiera preguntarte .... perdón... cuéntame: ¿como se llamaba tu hijo?
